Claves del DIRECTORIO PARA vivir una catequesis renovada

Somos misioneros en salida. 

  Durante muchos años camine tras esa constante renovación en la enseñanza de la fé. En ese tiempo pude identificar la necesidad de madurar mi respuesta como testigo de fé. Lo cual me desafía a diario a vivir en la búsqueda de crecer en mi vocación, en mi propia relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hoy les comparto una breve reflexión desde el directorio para la catequesis que resalta la importancia de esta vocación y describe este llamado. Una vocación que se descubre y se vive en el ámbito comunitario y en el encuentro de Cristo, y con otros. Esta vocación puede madurar en su respuesta, y en una respuesta de servicio que se ofrenda por amor a Dios. El catequista pertenece a la comunidad cristiana y es una expresión de la misma, es un cristiano que recibe un llamado de Dios, para estar al servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de iniciar en la vida cristiana, siendo guiado y fortalecido por el Espíritu Santo, participando de la misión de Jesús que conduce a sus discípulos a la relación filial con el Padre.

Este llamado nos convoca a vivir nuestra vida en misión. Para renovar este llamado el papa nos menciona : “se «es» catequista y toda la vida gira entorno a esta misión.” De hecho, «ser» catequista es una vocación de servicio en la Iglesia, lo que se ha recibido como don de parte del Señor debe a su vez transmitirse. De aquí que el catequista deba volver constantemente a aquel primer anuncio o «kerygma» que es el don que le cambió la vida. Es el anuncio fundamental que debe resonar una y otra vez en la vida del cristiano, y más aún en aquel que está llamado a anunciar y enseñar la fe. «Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» (Evangelii Gaudium, 165)

La importancia de profundizar en la misión y el anuncio redirecciona nuestra tarea en la evangelización, a fin de que ningún itinerario sobrepase el encuentro fundante de Cristo y la su obra salvífica en la vida de los hijos de Dios. A partir de este encuentro personal con Jesús merece una reflexión sobre la propia misión. ¿Cómo doy respuesta a ese llamado en respuesta a el amado? 

 Si se fundamenta esta tarea en los documentos de la iglesia, la planificación, revisión y uso de métodos pedagógicos adecuados como el juego. Con propuestas que permitan adaptar la catequesis a las realidades actuales, sin perder de vista el núcleo del mensaje cristiano. De este modo, los catequistas pueden renovar su vocación con un enfoque actualizado y profundamente enraizado en la tradición viva de la Iglesia. Es necesario estar dispuestos a  transformar la acción de evangelización basada en los principios educativos para renovar  vocación a través del encuentro profundo con el kerigma y la experiencia del Bautismo en el Espíritu Santo. Es esta relación personal con la persona del espíritu santo, la que nos permite experimentar las gracias de Dios en nuestra vida, y como testigos, nos permite vivir en clave de anuncio. Un anuncio que se emana alegria de ese encuentro personal con Jesús resucitado.  

La misión de los catequistas es fundamental para la Iglesia, y su renovación espiritual y vocacional es clave para una evangelización efectiva y llena de alegría, siguiendo el llamado de la Evangelii Gaudium a ser “discípulos misioneros llenos de fervor y alegría” (EG 120).

“El Gozo del Evangelio: Ser Catequista con Corazón de Discípulo” “Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense!” (Filipenses 4:4)

La vocación del catequista es un llamado específico de Dios a transmitir la fe y educar en la vida cristiana. Según el Directorio para la Catequesis, “la vocación del catequista está enraizada en el bautismo y reforzada por la confirmación, siendo una respuesta al llamado de Dios para compartir la fe” (DC 111). El catequista es un testigo privilegiado del Evangelio, cuyo servicio se realiza con amor, dedicación y entrega total a la misión de la Iglesia. Este “ser catequista” es una respuesta a vivir como discípulos. Responde a la maduración de la vida al servicio de los hijos de Dios con plena disposición a la acción del espíritu santo en nuestra vida. Para guiar a otros primero debemos permanecer unidos a él como discípulos, para poder dar a conocer los misterios de su amor y la acción de Dios desde el propio testimonio.

La vocación del catequista es un llamado divino a compartir la fe y guiar a otros en su camino espiritual. Un catequista es un discípulo misionero que acompaña a los demás en su encuentro con Cristo y su Iglesia. Esta es la alegría que compartimos la alegría del anuncio de la salvación.

¡Queridos catequistas, este es el momento! Es el momento de abrir nuestros corazones para recibir la efusión del Espíritu Santo, que quiere renovar en nosotros la alegría de evangelizar. El espíritu santo quiere regalar un tiempo nuevo en tu vida, un tiempo de conocer y dejar actuar los dones que ya te ha regalado. Dejemos que el Espíritu transforme nuestra catequesis, haciéndola más cercana, más acogedora, más impactante. Así, seremos verdaderos testigos del amor de Dios, capaces de encender el fuego del amor de Cristo en los corazones de quienes nos rodean.Imagina un catequista renovado: 

¡Que en nuestras catequesis siempre el rostro de Jesús que nos llama y nos encuentra reunidos en la búsqueda permanente de su transformación! 

Renovar nuestro llamado no es solo un acto personal, sino una necesidad para toda la iglesia. El Espíritu Santo quiere soplar fuerte en nuestras vidas, para que nuestra catequesis sea un reflejo luminoso del amor de Dios. Como nos enseña el Directorio, este “es un tiempo de gracia para que los catequistas, movidos por el Espíritu Santo, redescubran la belleza de su vocación y la urgencia de su misión” (Directorio para la Catequesis, 2020, N. 288).

No tengamos miedo de dejarnos guiar por el Espíritu en esta renovación. Confiemos en que Él nos dará la fuerza, la creatividad y la sabiduría para llevar a cabo esta misión con un corazón renovado. Así, seremos verdaderos mensajeros de esperanza, capaces de transmitir no solo palabras, sino la vida misma que hemos recibido de Cristo.

¡Ánimo, catequistas! Este es nuestro tiempo. Renovemos nuestro llamado con la efusión del Espíritu Santo y llevemos al mundo la luz del Evangelio con un corazón lleno de gozo y esperanza.

Que el espíritu santo siga infundiendo en sus corazones el deseo y la gracia de anunciar la salvación. 

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